El Comando Conjunto fue un organismo represivo de la dictadura chilena del que nada se sabía hasta que uno de sus agentes –Andrés Valenzuela Morales, alias Papudo– desertó y, arriesgando la vida, entregó su testimonio. El organismo secreto fue responsable de brutales secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos en distintos centros de detención de Santiago. Parece volver a ser necesario, quizás más necesario que nunca, recordar el horror. Ante el olvido, ante el desconocimiento, ante la negación, vale recordar. A fin de cuentas, además de un libro de denuncia, este es un libro que previene sobre el alcance de la maldad. La maldad de la llamada lucha antisubversiva lo contaminó todo, dice el agente arrepentido Andrés Valenzuela: “Un sistema [que] además de destruir a las víctimas destruye al victimario, en su vida afectiva, mata sus sentimientos y los convierte en unas bestias”. De eso se habla aquí. Del alcance de la violencia institucional, de sus consecuencias, del modo en que esa violencia lo inundó todo y terminó entrando en las casas de los perpetradores y de un país. De ahí que Mónica González lo dedique, además de a sus hijas y a los sobrevivientes, “a los hijos de las víctimas y de los victimarios, principales destinatarios de esta historia”. Entonces, como ahora, hay en ese gesto una esperanza de redención.