La literatura de Roberto Arlt, una mirada desviada para su tiempo, se adelantó a recoger los materiales que los intelectuales despreciaban o no supieron leer: los saberes populares, el desarrollo técnico-industrial, los discursos de la calle, la vida marginal y arrabalera, pero no como un rescate proletario, sino como posibilidad de fundar con sus iguales, los extranjeros de la modernidad, una ciudad futura, fabulosa e imaginaria. Pues apostó al Progreso como una bomba de tiempo que sabía les