Todas las semanas, Rose y Félix se encuentran en algún café para conversar. Luego caminan sin rumbo. Hablan sobre cosas en general, al compás del paseo hilvanan un diàlogo recíproco e interior. Al mismo tiempo son observadores y comentaristas de la presencia de los otros. A veces no llegan a ningún lado; otras veces, sí.
Un ejercicio teatral se convierte en continuo tema de conversación: Rose debe representar la experiencia más dramática de su vida. Aparecen las dudas y vacilaciones: ¿la experiencia tiene que haber sido dramática en el momento en que se produjo?, ¿es aceptable si reveló su profundo dramatismo después? La consigna teatral recorre, como un leit motiv, dos conciencias incapaces de asomarse a un verdadero drama.