El #MeToo contado desde la cabeza de Harvey Weinstein, su villano principal: Emma Cline regresa con una pieza de cámara penetrante, divertida y perturbadora.
A veinticuatro horas de la sentencia de su juicio, en una casa prestada en Connecticut, Harvey amanece de madrugada sudado e inquieto, pero repleto de confianza: esto es América, y en América a los que son como él no se los condena. Hubo un momento en que la gente le dio la espalda, pero a esa gente la sustituyó pronto gente nueva: y la gente que le debía favores, piensa Harvey, va a seguir teniendo que pagárselos. Han tratado de acabar con su reputación, pero no lo han conseguido, y ese mismo día el destino le indica cómo terminar de restaurarla; la cara familiar de su vecino de al lado resulta ser la del escritor Don DeLillo, y Harvey ya se imagina los neones: Ruido de fondo, la novela inadaptable, hecha película por fin; la alianza perfecta entre ambición y prestigio puesta al servicio de su regreso. Y, sin embargo, el correr de las horas pronto empieza a llenarse de señales inquietantes, ominosas; de grietas cada vez más hondas en la confianza con la que Harvey había amanecido...
Con su sutileza psicológica habitual, Emma Cline narra este relato desde el lugar más incómodo: desde la mente de un Harvey (Weinstein, claro) para el que no hacen falta apellidos, y que aparece retratado aquí como alguien frágil y necesitado, que sobrevalora su inteligencia y exhibe una megalomanía ridícula; un hombre del todo desgajado de una realidad, la de su condena, que se le va haciendo cada vez más aterradoramente visible, y en la que se filtran asunciones de una culpabilidad que su yo consciente niega. Esquivando los ángulos más recurrentes de un tema muchas veces iluminado a una sola luz, acudiendo a inyecciones de un humor sordo y aprovechando con agudeza y sin subrayados las posibilidades caleidoscópicas de las interacciones entre los personajes, Emma Cline construye con Harvey una pieza de cámara por turnos penetrante, divertida y perturbadora, que revela su habilidad para una distancia, la de la nouvelle, que no había explorado hasta el momento.
«La joven Emma Cline ha revolucionado las letras estadounidenses» (Luna Miguel, Playground Magazine).
«Una escritora de verdadero fuste» (José María Guelbenzu, El País).
«Una gran escritora» (Benjamín Prado).
«No sé qué es más alucinante, si el modo en que Emma Cline comprende a los seres humanos o su maestría con el lenguaje» (Mark Haddon).
«Cline es una estilista talentosa. Ve el mundo con exactitud y generosidad» (James Wood, The New Yorker).