La deuda histórica del estado chileno para con los pueblos indígenas, o primeros pueblos, es una historia conocida y padecida por todos ellos. Es una historia de abusos, usurpación, violencia, engaño, desconfianza, de promesas no cumplidas, de criminalización de sus justas luchas. La falta de reconocimiento de ese otro, y con ello la falta de respeto y atropello a su existencia y dignidad, imponiéndose el estado desde una afirmación violenta de dominación racial de lo chileno sobre lo indígena, en pleno siglo XXI, ha llegado a límites insospechados.