¡La vida de una langosta es tan intranquila! Tiene que ir de la morera al naranjo, del naranjo a la hoja, de la hoja a la flor, de la flor al trigal... y siempre a los saltos y a los sustos. Pero una langosta - lo mismo que un niño, lo mismo que uno grande - necesita ternura. Y en esta historia, alguien está dispuesto a dársela.