En medio de unas vacaciones, un hijo convence a su familia de realizar una excursión por la tumba de su filósofo favorito. Este panorama insólito, apartado de cualquier guía turística, es el punto de partida para un alucinante despliegue de recuerdos, reflexiones en torno a la revolución, intentos por definir la particularidad de lo ‘fome’, y confesiones sobre el miedo que generan “los pañales” y el eventual “colapso del universo entero”. Usando el formato de los parágrafos del Tractatus, Correa hilvana con sutileza cavilaciones wittgensteinianas logrando hacer simbiosis con líricas del “Divo de Juárez”, Juan Gabriel, o fragmentos apócrifos del olvidado escritor Juan Agustín Palazuelos. La caminata, en este entrañable y breve libro, opera a la manera de Robert Walser, como una excusa para irradiar pensamiento.
La tumba de Wittgenstein confirma el sólido oficio de Matías Correa y demuestra que puede, cuando se lo propone, volverse una luminosa rara avis.