Cuando era una niña, Lea Ypi fue testigo del fin del
mundo. Al menos del fin de un mundo. En 1990 el régimen comunista de Albania, el último bastión del estalinismo en Europa, se desplomó. Ella, adoctrinada en la
escuela, no entendía por qué se derribaban las estatuas
de Stalin y Hoxha. El cambio de sistema político dio
paso a la democracia, pero no todo fue color de rosa. La
transición hacia el liberalismo supuso la reestructuración de la economía, la pérdida masiva de empleos, la
corrupción y la quiebra del país. En el entorno familiar,
ese periodo trajo también sorpresas inauditas para Lea:
descubrió qué eran las «universidades» en las que supuestamente habían «estudiado» sus padres y por qué