Hay algo siniestro y desconcertante que atraviesa los relatos de Ottessa Moshfegh, algo que es a la vez peligroso, deslumbrante y también extrañamente divertido. Sus personajes son seres inestables; todos anhelan un gesto de ternura y desean, a su manera, convertirse en mejores personas; aun así, todos parecen moverse guiados por los impulsos más primarios. Débiles, retorcidos, a menudo estúpidos y crueles consigo mismos y con los demás: de esta extraña materia prima Moshfegh consigue extirpar una belleza oscura y que, en ella, lo que veamos sea en realidad un reflejo nuestro. La calidad y el impacto que estas historias han tenido en la literatura estadounidense actual han hecho que se la encumbre como una Flannery O'Connor contemporánea