Miranda es sin duda uno de los mayores poetas chilenos vivos, pero su grandeza siempre ha estado en sordina, acallada acaso por su propia humildad. Sus poemas han sido durante décadas una referencia silenciosa pero inolvidable, especialmente por su admirable puntería en la cacería de imágenes, en las que logra ligar ejemplarmente la experencia cotidiana, por ínfima que sea, con grandes cuestiones filosóficas, políticas y aun religiosas, siempre a través de un lenguaje llano, casi cronístico, poblado de palabras usuales y familiares que conectan la minucia bana, con el severo escalofrío que a menudo produce la vida humana.