En esta historia hay dos mujeres, una hija y una madre, que viven encuentros y desencuentros. Dos mujeres que se enfrentan a sus propias épocas: Javiera y el presente inhóspito en tantos sentidos (está cesante, nada funciona), y Jacqueline, su madre, y el pasado reciente —los 70, los 80—, cuando era una joven que descubría el mundo. Viven en un departamento en Recoleta junto a Igor, padre y marido, pero casi no hablan con él. Cada una tiene un mundo que el lector va a ir descubriendo de manera intensa: Javiera vive una pena de amor y deambula por un Santiago de calles grises, junto a un grupo de amigos con los que enfrenta el difícil paso a la adultez. No habla mucho con su madre, pero sabe que algo las une. Por eso indaga en su pasado, el pasado de Jacqueline, cuando era una joven que se fue a estudiar a Concepción después del golpe, mientras vivía también una pena de amor. Dos historias, dos vidas, que ocurren en épocas diferentes, pero unidas en el complejo descubrimiento de la sexualidad y los afectos, como una pregunta sin respuestas absolutas