la novela de la revuelta chilena, sigue a dos grafiteros que sobreviven en la toma de una estación abandonada bajo la ex Plaza Dignidad. Sus murales se funden con una multitud de consignas y demandas, de insultos a la lacra del Estado, de rayados del lumpen y del hipster, del árabe con pañuelo y la dirigenta con pasamontañas, del inmigrante y la estudiante, del hiphopero y la reguetonera, de las hordas K-pop y de la primera, la segunda, hasta la cuarta línea junto a las tías de la pobla que vienen a ofrecer comida. Durante el conteo de las horas decisivas de Satán y de Cumbia, de Cumbia y de Satán en el Nuevo Sur, en el campo de concentración, en la Pequeña Sudamérica, esta segunda novela de Rodrigo Miranda hace de cualquier habitación una calle y de la calle el lugar ubicuo donde está en juego la erótica del devorarse entre sí para no desaprovechar nada, ni los rastrojos más cochinos del cuerpo enfermo baleado, y así lograr el sublime arte de destruir la distopía al darlo todo y darle a todo.