Casi nada en la literatura occidental se compara con el lujo excrementicio de la obra de Jonathan Swift, en poemas, relatos, ensayos y panfletos. Se evocará, por ejemplo, a Aristófanes, a Rabelais, para señalar dobleces, alusiones y groserías flagrantes. Pero cierta sombra, cierto condenado giro, son inalienablemente característicos del deán de la dublinesa Catedral de San Patricio. En el uso de esos motivos inconfesables difiere de Rabelais, tan efusivo como eufórico este, que celebra, lo mismo