Jugando sola a las escondidas dentro de la casa de sus abuelos, Inés, la niña protagonista de este relato, está esperando el fin del mundo que están anunciando en todas partes. Un fin del mundo que se parece más a un eclipse de sol que a otra cosa, pero que en los juegos que ella comparte con su amiga María, es un reloj que marca el tiempo de esta historia. En una ciudad en la cual los carros bomba explotan en medio de la cotidianeidad y el terror, María e Inés comparten sus soledades. Y los juguetes “de niña rica” de Inés, así, la diferencia de clase entre las amigas ronda como un fantasma a punto de robarle la inocencia a ambas; entender que lo que separa a María de Inés es más profundo que los celos y la competencia. Al mismo tiempo, el mundo infantil de las niñas viene a tensionar la realidad adulta de los padres pues, a la larga, tres generaciones intentan convivir en la infancia de la narradora. Y desarmar, una y otra vez, esa estabilidad que Inés busca con desesperación.