Un librito de tipografías, unos yuyos en una esquina, objetos arrumbados en un galpón son algunas de las cosas alrededor de las que órbita, como un satélite ensimismado, la mirada de Ortiz. Una pupila girando en torno a un alfabeto genera un relato, y mirando con insistencia un objeto indiferente o una simple planta se descubre una función. Transformarse en objeto para volver a ser sujeto, dice Ortiz. Ver qué hacemos con el lenguaje y qué hace este con nosotros, liberar las historias y momentos que encierran las cosas y las palabras para entonces volver a aprender.Al pie de la letra, Crítica de la imaginación pura y Tratado de fitoling ¼ística: tres libros tan fascinantes como inclasificables, de una poética absolutamente conmovedora, en los que cosas olvidadas o averiadas y protagonistas de tristes historias de naufragios encuentran una posibilidad imaginaria de sobrevida. Cuadernos que reúnen para Ortíz los ejercicios de un alumno, pero que sin dudas establecen su inventiva y maestría literaria.