Es posible que muchos escritores y artistas guarden ciertas reservas con los asuntos íntimos presentes en su obra. En cambio, su correspondencia puede ser el reino de la libertad en el que todo cabe, en el que es posible la confesión sin pudores, la declaración desesperada y, en el caso de las cartas a la madre, un diálogo –o a veces un monólogo– vital, un reproche, un ajuste de cuentas o un consuelo al amparo de un edípico vínculo. Del verbo profundo de Gabriela Mistral como introducción, a Alejandra Pizarnik y Silvia Plath. Baudelaire, Vicente Huidobro y Luis Oyarzun; Frida Kahlo y Jean Cocteau, Rilke y Theodoro Adorno, entre otros, les escriben a sus madres en diversas circunstancias de sus vidas. Cada una de las cartas contenidas en este libro, nos hablan desde su silencio de desvelos y afanes, de alegrías y derrotas, en las que ingresamos a un universo personal, a las tensiones y contradicciones de un lazo vital que marca un destino. Cartas llenas de amor, ternura y complicidad, mensajes de perdón y agradecimiento, pero también de capricho e incomprensión. Epístolas en las que fluye la escritura íntima y latente que da cuenta de ese vínculo, único e indeleble, al que estamos unidos.