La historia oral que acá componen María Ignacia Pentz y Javier Correa busca encontrar el corazón convulso, la promesa de una tele que desde lejos sonaba como algo irreal o imposible, al modo de un sueño o una pesadilla colectiva. Porque todo sucede en la década del noventa. Todo sucede cuando la mayoría de los que estaban ahí tenían menos de treinta años y hacían de la inexperiencia una suerte de honestidad, una declaración de originalidad y pureza que convertía su causa en algo genuino que les permitía enfrentar el día. Sí, este libro narra la fundación, auge y caída de una estación de televisión, pero su mayor virtud es subrayar lo anacrónico y excéntrico de esa misma historia.