Hay en El cielo de los leones el deseo de contar el mundo para bendecirlo. Todo lo que sucede alrededor de ángeles Mastretta la sorprende y abisma en un canto que no transige con la desdicha como algo insondable. Andar en la vida es irse de parranda en busca de sus mejores instantes y de cada instante como el atisbo de un milagro. Extraña correspondencia la que existe entre los deseos y la seducción, entre la riqueza y la casualidad, entre el mar y los volcanes, entre la valentía y el desafuero, entre las aventuras y la ventura. Este libro asombroso acude en busca de semejante vínculo, y lo encuentra en recuerdos de infancia, visiones del mundo y personajes que pueblan la memoria. La evocación y los sueños surcan estas páginas, cuyo empeño es persuadirnos de cuán prodigiosa y arrebatada es la vida, de cuántos motivos diarios tiene para hacer que la veneremos. ángeles Mastretta cree en el sensato hábito de la locura, en el desafío diario que es mirar a otros vivir como quien delira: cielo hay para todos, dice, hasta para los leones debe haber un cielo.