Francisco va a la escuela, pero su padre un ladronzuelo violento y perdedor espera que se gane la vida tomando un atajo. El hombre es alcohólico y posee la terrible capacidad de transformar todos los momentos en una pesadilla, a gritos, maltratos y golpes. La madre, ya sin fuerzas, culpa a cualquiera, menos al padre. A veces el niño no se entiende con su hermano Damasco, pero lo ama y cree que la depresión en la que este ha caído se debe a los fantasmas que habitan la casa donde se han mudado.